Erigido como sede de un linaje nobiliario a partir del siglo XIII, es el palacio nobiliar más antiguo de la ciudad, con algunas partes del siglo XIII y otras posteriores. Con fachadas y patios diversos, todos de gran valor, muestra el devenir de los estilos constructivos desde el románica al renaciente, y los símbolos de disuasión de los palacios-fortaleza. Al finalizar la Edad Media se relajó el carácter militar de la muralla y los dueños de este palacio abrieron portillos mirando al Valle Ambés. En 1507, en una de las visitas a la ciudad de Juana La Loca, ordenó que tales portillos fueran cegados. A modo de venganza, el nieto del señor de Villafranca ordenaría en 1542 abrir en la fachada norte de su palacio una ventana renacentista con una inscripción que reza: «Donde una puerta se cierra otra se abre». Aparte, construyó encima de la puerta del Rastro un hermoso mirador desde el que, según la leyenda, una dama se comunicaba con su amado mediante un sistema de espejos.

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