Historia de San Sebastián

El interés del rey Sancho el Sabio de Navarra por contar con una salida al mar para su reino le llevó a promulgar en 1180 el fuero de San Sebastián, otorgándole un conjunto de leyes, pudiendo este hecho considerarse como la fundación oficial de la villa. El comercio marítimo comienza a compaginarse con la tradicional pesca de la ballena y el bacalao.
La proximidad a Francia, y su ubicación en la ruta del Camino de Santiago impulsaron el desarrollo de esta pequeña ciudad costera, pero también la situaron como enclave estratégico en épocas de guerra, por lo que se convirtió ya en el siglo XII en plaza fortificada. Durante siglos sufrió numerosos asedios, si bien los donostiarras lograron mantener la ciudad a salvo de sus enemigos, hasta 1719, cuando tiene lugar la primera capitulación de la villa, que cayó en manos de Francia durante dos años. En 1794 la ciudad se rinde de nuevo a los asedios galos, esta vez hasta 1813, cuando los soldados angla-portugueses liberaron San Sebastián, quemando y saqueando la ciudad. Solo quedaron en pie algunas casas, obligando a los donostiarras a reconstruirla casi por completo y creándose entonces la Parte Vieja que hoy conocemos.
Vendrían después épocas más felices, cuando la reina Isabel II, a quien sus médicos recomendaron los baños de mar para paliar sus problemas en la piel, puso de moda el veraneo en San Sebastián. Era el año 1845 y, a partir de entonces, su presencia atraería a la corte y a numerosos aristócratas en los meses estivales. La ciudad iba cobrando renombre, y necesitaba crecer y expandirse. El derribo de las murallas tuvo lugar en 1864, y el desarrollo urbanístico dio origen al Ensanche Cortázar, actual centro urbano. San Sebastián ganó terreno al río Urumea, y las marismas se transformaron en nuevos barrios, naciendo como una nueva ciudad orientada a los servicios.
A principios del siglo XX se experimentó un fuerte crecimiento demográfico, y San Sebastián vivió su «Selle Epoque», convirtiéndose en el destino turístico preferido de la clase alta europea. La reina María Cristina instaló la residencia veraniega de la corte en el Palacio de Miramar, y florecieron los hoteles de lujo, casinos, teatros… Durante la Primera Guerra Mundial, los adinerados europeos se refugiaron aquí del conflicto. A estos visitantes se debe mucha de la influencia francesa que apreciamos en las calles donostiarras.
Peores tiempos trajeron la prohibición del juego en 1925, y la Guerra Civil española en 1936, a pesar de que la ciudad seguía siendo la favorita de la clase alta. y los años posteriores de fuerte industrialización propiciaron una etapa oscura de la que datan algunos errores urbanísticos. Pero en la segunda mitad del siglo XX, San Sebastián consolida su potencial económico, cultural y turístico, impulsando nuevos proyectos, y conservando a la vez su patrimonio natural e histórico, hasta llegar a convertirse en la exquisita combinación de tradición y modernidad que hoy conocemos.