Historia de Aranjuez

Durante la Prehistoria, Aranjuez fue testigo de asentamientos continuos. Los restos arqueológicos encontrados demuestran que durante el Paleolítico, el Neolítico y las edades del Bronce y del Hierro acogió a díferentes poblaadores. Esta fértil tierra, confluencia de dos ríos, fue elegida por los romanos para establecerse, aunque nada parece indicar que fuera un enclave immportante. En cambio, los libros de historia sí narran otros hechos de especial relevancia, como la importante batalla que se libró en este territorio, en la que los cartagineses -liderados por Aníbal- lograron vencer a un ejército de más de 100.000 hombres formados por carpetanos, olcades y vacceos.
Desde finales del siglo XII, la ciudad se incluyó dentro de los prelados de la orden de Santiago; además, el rey Alfonso VIII también les concedió el castillo de Oreja, una fortaleza levantada por los moros para dominar toda la vega. En esos momentos conoció un primer esplendor, puesto que la orden dedicó muchos de sus bosques a la caza y se edificó una casa palacio de recreo a finales del síglo XIV, donde luego se levantaría el gran palacio. La corona de los Austrias se interesó por la comarca y comenza ron a asentarse los cimientos del Real Sitio de Aranjuez (compuesto por el Palacio Real, los Jardines, la Casa del Labrador y el Museo de Falúas), que siguió el curso de los ríos Tajo y Jarama. Un siglo más tarde, la reina Isabel I comenzaría a frecuentar el lugar y, en especial, el primitivo Jardín de Palacio -que pasaría a llamarse «isla de la reina»-, con lo que las visitas de la Corte se hicieron más frecuentes. Todavía en esa época no existían demasiadas caasas, y muchas de las que se habian ido construyendo correspondieron a los criados de los reyes. Con la llegada de los Borbones, en el siglo XVIII, el lugar adquirió una apariencia que recuerda a los palacios de Versalles, ya que Felipe V, criado en Francia, deseaba representar el espírítu de las grandes mansiones de recreo francesas. De ese modo, la zona se destinó a lugar habitual de retiro cortesano. Paralelamente se fue trazando una ciudad junto al palacio.
En el siglo XVIII hubo moradores esporádicos que utilizaron Aranjuez como lugar de refugio; por ejemplo, las tropas inglesas y portuguesas a principios de siglo, y también, algo más tarde, el rey Carlos III, que se retiró allí cuando el pueblo de Madrid reaccionó ante las medidas tomadas por su ministro Esquilache. Ya en el siglo XIX, dos hechos provocaron que el nombre de Aranjuez sonase con fuerza: el Tratado de Aranjuez, por el que Carlos V se aliaba con Napoleón para declarar la guerra a Inglaterra y el famoso Motín de Aranjuez, que concluiría con el derrocamiento de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, quien reinaría como Fernando VII. A mediados de ese siglo, las comunicaciones entre Madrid y Aranjuez conocieron un impulso extraordinario con una de las primeras líneas de ferrocarril de españa. Fue inaugurada por la reina Isabel II y, aunque se destinó a un uso más comercial (traslado de los productos de las huertas), también se rentabilizó con el tránsito de pasajeros. En la actualidad, uno de los atractivos turísticos que acerca a más visitantes es el Tren de la Fresa (desde la estación madrileña de Atocha), cuyo recorrido, a bordo de vagones tirados por una máquina de vapor, simula un viaje en el antiguo ferrocarril.